-pensaba el ratón-
al ver que no andaba
el gato glotón.
Y salió sin prisa,
tranquilo y confiado,
a buscar ansioso
un rico bocado…
Llegó a la cocina
y entró sin temor.
Abrió la heladera
como un gran señor.
Y al ver tantas cosas…
brillaron sus ojos.
Y se hartó de fiambres
y quesos cremosos.
Y al final de postre,
saboreó un helado,
con nueces y almendras
muy bien decorado.
¡…Qué bueno…! ¡…Qué bueno…!
-decía el ratón-
¡Pero… yo lo extraño
al gato glotón…!

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